16 de febrero de 2008

Radio-ministerios

Hace como una semana estaba muy tranquilo en la sala de mi casa, a la nochecita. Estaba a la mitad de una rebanada de pizza con una combinación muy rica de ingredientes (champiñones, jamón y salami, si mal no recuerdo) cuando, ¡zaz!, una ráfaga de viento levantó una polvareda que causó un apagón. Dos cables de corriente tuvieron a mal entrar en contacto, lo cual originó un corto circuito que dejó sin suministro eléctrico a un par de manzanas de mi colonia, en una de las cuales está mi domicilio.

Como eso ocurre con significativa frecuencia, no me fue difícil dar con un par de velas, la caja de fósforos y un pequeño radio de baterías. En casa estamos preparados para las eventualidades de esa clase irónicamente cotidianas dada la frecuencia de tales padecimientos.

Durante un buen rato me puse a escuchar música, pero sólo sintonizaba bien una estación para "adultos contemporáneos" (sea lo que eso signifique) plena de éxitos de las listas de popularidad del anterior par de décadas a los 90s.

Después de un rato de escuchar los grandes éxitos de The Police, Cindi Lauper, Silver Convention, Al Corley, Celine Dion, Al Stewart, R.E.M., Michael Bolton y Depeche Mode, y después de considerar que "Enjoy The Silence" estaba un tanto fuera de lugar entre tal andanada de estímulos para la nostalgia, opté por cambiarle de estación.

Empecé a recorrer el dial y ninguna otra de las estaciones de frecuencia modulada despertó mi interés. Me pasé al AM y encontré sólo estaciones de radio hablada: voces monótonas tratando los tópicos delineados en la agenda de comunicación social del gobierno local.

Fui a dar a una frecuencia (creo que era el 1440) en la que el estruendo y la exaltación por parte de quien ahí gritaba rompió con la saudade radiofónica de los minutos anteriores.

Se trataba de un ministro religioso radiofónico. Servicios religiosos radiodifundidos.

Las estaciones de radio, por lo que tengo entendido, cuando se ven carentes de anunciantes que ocupen sus frecuencias mantienen la frente en alto, y se ciñen al respeto a los principios que han de tener los medios a como de lugar: dar espacio a todas las voces presentes en la sociedad.

Pago mediante, por supuesto. Las voces que encuentran dichos espacios acaban por ser las de curanderos, médicos brujos, telegrafistas alienígenos y ministros religiosos radiofónicos.

Soy un tanto desmemoriado para los detalles. No se me escapó notar, a pesar de ello, que se instaba a los radioescuchas a presentarse en algún establecimiento para seguir al detalle los planteamientos que el estruendoso ministro hertziano expresaba.

Luego dijo lo que no se me olvida:

-La gente autosuficiente, que se trata de gobernar por su cuenta, que piensa por su cuenta, rechaza seguir la palabra del señor, de dios que es más grande que todas las cosas-, expresó.

-La gente autosuficiente -dijo enseguida-, que se trata de gobernar por su cuenta, es demoníaca. Está mandada por el demonio.

El lector quizás adivine lo que seguía en esa tóxica perorata: la única forma de evitar incurrir en tan grave iniquidad era asistir a los servicios religiosos corporalmente, en el establecimiento anteriormente dicho. Cabe imaginar que ya estando ahí quienes fungen como mediadores exclusivos con su divinidad son los propios ministros, que garantizarían así la administración de un remedio a la autosuficiencia.

Opté por cambiarle de estación. No quise regresar a escuchar aquella radiodifusora de canciones viejas, así que apagué la radio, esperando que la energía eléctrica regresara pronto.

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